Imagen de la Diada catalana de 2012 |
El pasado día
11 de septiembre, fecha que trae a la memoria de todos el terrible acto terrorista
sufrido en Nueva York en 2001 y que marcó el principio de una nueva era para
los Estados Unidos que sufrieron el mayor acto terrorista de su historia, es
también la fecha en la que se celebra la Diada, o fiesta catalana, que en esta
ocasión fue aprovechada por los independentistas catalanes para promover la
gran manifestación soberanista y, por tanto, independentista de Cataluña, a la
que dicen los organizadores¡que asistieron más de 1.200.000 personas y, las fuentes policiales estiman que asistieron 600.000 manifestantes (cifra que, aunque se estimara como verdadera la asistencia de 1.200.000 manifestantes, es una evidente minoría de los 7.500.000 catalanes, de los que 6.300.000 no han seguido las consignas separatistas, guardando un silencio que es más que evidente en su significado) y que es esgrimida como una razón
de peso por Artur Mas y todos los nacionalistas para solicitar la independencia
catalana, como si la secesión de un Estado fuera algo que se pudiera “exigir”
sin más, saltando la Constitución que rige en todo el Estado español, del que
Cataluña forma parte, por un acto unilateral de unos cuantos cientos de miles de
personas que siguen las directrices que marcan los separalistas, siempre
intentando formar algarada y hacerse notar, pero sin que esos propósitos
multitudinarios sirvan nada más que como una especie de desahogo mental que no
tiene más consistencia que la de una declaración de voluntad que es
secularmente exhibida por los grupos nacionalistas que existen en todas las
latitudes, sin que tengan más consistencia que las pompas de jabón.
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Alberto Ruiz-Gallardón, Ministro de Justicia |
Alberto Ruíz-Gallardón ha manifestado que la
exigencia del pasado 11 de septiembre que dio origen a la manifestación soberanista con motivo de la
Diada, "no era" la del presidente de la Generalitat, Artur Mas, sino
que se la marcaron
"otros" (los socialistas), asegurando que Mas debería reflexionar sobre ello, en
respuesta a las palabras de Mas, refiriéndose a dicha manifestación y el
sentido que ésta ha tenido, afirmando el presidente de la Generalitar que “hay
un sentimiento de fatiga mutua entre España y Cataluña” (¿pero es que Cataluña
no forma parte de España hasta ahora?), y Gallardón le ha respondido que Cataluña
debería ponerse como objetivo el liderazgo de España en materia económica,
social y cultural, en lugar de decidir “marchar por su cuenta”. También afirma
que España no tiene ninguna fatiga de Cataluña, sino que la admira, porque
España no se entiende sin Cataluña, y confía en que el crecimiento de Cataluña
se convierta en una parte fundamental del crecimiento de toda España. También
indicó que en política "lo más peligroso que le puede pasar a un
dirigente es que ‘otro’ le haga la
agenda’”. Artur Mas propone un referendum para que los catalanes expresen su opinión al respecto, aunque parece ignorar que esos 6.300.000 catalanes que no asistieron a la manifestación y proclama independentista ya la han expresado con su silencio..
Parecen ignorar los nacionalistas
catalanes las graves consecuencias que tendría para Cataluña la independencia
de España, pues según manifiesta el economista y profesor universitario Mikel Buesa,
la defendida independencia empobrecería a Cataluña en más de un 20 por ciento y
rebajaría su renta per capita,
actualmente muy superior a la media española y de la UE hasta los niveles de la
de Chipre, cuestión esta en la que coinciden muchos expertos que han sido
consultados por algunos importantes periódicos españoles. Además, otra
consecuencia sería que su PIB (Producto Interior Bruto) se reduciría en no
menos del 25 por ciento.
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Artur Mas, Presidente de la Generalitat |
Ambos expertos ponen de ejemplo lo que sucedió cuando se
dividió Checoslovaquia en Chequia y Eslovaquia, lo que redujo considerablemente
el flujo de bienes y servicios entre ambas; lo que traducido a el caso de
Cataluña, el descenso de sus ventas en España se reduciría entre un 40 y un 60
por ciento de sus ventas, más un 20 por ciento que supone el comercio con los
demás países de la UE, lo que es un porcentaje exorbitante. Además, la moneda
se devaluaría con relación al euro, pero Cataluña tendría que seguir pagando en
la moneda común europea y esto llevaría consigo una mayor imposición fiscal que
redundaría en los costes de producción y en los precios finales que aumentarían
aún más los problemas de competitividad
de dichos productos y, por si fuera poco, la deuda catalana aumentaría al
depreciarse su moneda. Todo esto sería mucho más perjudicial para Cataluña que
el trato fiscal que recibe actualmente por el Estado español, mucho más
generoso que con otras Comunidades Autónomas.
Todas estas proclamaciones de independencia, a la que muchos
millares de ciudadanos bienintencionados apoyan con su presencia y proclamas,
están solamente pergeñadas de forma imprecisa, pero sin explicarles a los
ciudadanos la verdadera realidad que les esperaría si esta supuesta
independencia se llevara a cabo, porque lo primero que iba a sufrirla de forma
drástica era la propia renta per capita
de los catalanes que en la actualidad es de unos 28.200 euros y que bajaría a
una cifra entre 21.000 a 22.600 euros, es decir, un 25 por ciento menos.
Los catalanes siempre
han tenido fama de tener un gran sentido común, sobre todo en lo relacionado a
la economía y finanzas, y no es de recibo que aceptaran, si supieran bien a lo
que se expondrían de llevar a cabo dicha independencia solicitada por una
pequeña parte de la población -aunque parezcan muchos esos supuestos 1.200.000 manifestantes (aceptando una cifra que no se la creen ni los propios organizadores)-, porque rebajaría su nivel de vida de forma drástica y sus
perspectivas de futuro, cayendo a niveles como los de Chipre, lo que no sería
de recibo para la mayoría de los catalanes que miran con recelo y desconfianza
la cantinela separatista ya tan machaconamente esgrimida por los grupos
nacionalistas durante décadas.
En la fábula de Iriarte, los ratones se quejan de los estragos
que hace en ellos el gato y le quieren poner un cascabel que les sirva de aviso
y malbarate sus pérfidas intenciones al ser descubierto. En esta fábula,
ninguno de los que proponen dicha decisión se atreven a llevarla a cabo con mil
excusas, porque temen el peligro que se cierne sobre el osado que lo intentara.
En la fábula de hoy, los ratones (catalanes nacionalistas) se
quejan de los estragos económicos que les hace el gato (Madrid) y quieren
ponerles el cascabel figurado (amenaza de independencia que no es otra cosa que un chantaje descarado) como aviso y exigencia de un nuevo pacto fiscal, aunque
ningún nacionalista se atrevería a llevar a cabo dicha amenaza, porque conoce
demasiado bien las terribles consecuencias que tendría para todos los catalanes
dicha proclamación de independencia que exhibe como exigencia el “Roequeso” de la fábula (Artur Mas) -siempre
se está quejando de lo que recibe y quiere “roer” más del queso nacional-, pero
que no se atrevará a llevar a cabo, enseñando el cascabel independentista sólo
como un alarde de bravuconería que se queda en eso, porque ¿quién se atrevería
a poner el cascabel al gato con el peligro de perecer en el intento?
Ya decía Samaniego como moraleja final de esta fábula:
Proponen un proyecto
sin segundo.
Lo aprueban. Hacen
otro.¡Qué portento!
¿Pero, la ejecución?
¡Ahí, está el cuento!
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