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lunes, 17 de septiembre de 2012

...Y fábula de hoy



Y fábula de hoy

por Ana Alejandre

Imagen de la Diada catalana de 2012
       El pasado día 11 de septiembre, fecha que trae a la memoria de todos el terrible acto terrorista sufrido en Nueva York en 2001 y que marcó el principio de una nueva era para los Estados Unidos que sufrieron el mayor acto terrorista de su historia, es también la fecha en la que se celebra la Diada, o fiesta catalana, que en esta ocasión fue aprovechada por los independentistas catalanes para promover la gran manifestación soberanista y, por tanto, independentista de Cataluña, a la que dicen los organizadores¡que asistieron más de 1.200.000 personas y, las fuentes policiales estiman que asistieron 600.000 manifestantes (cifra que, aunque se estimara como verdadera la asistencia de 1.200.000 manifestantes, es una evidente minoría de los 7.500.000 catalanes, de los  que 6.300.000 no han seguido las consignas separatistas, guardando un silencio que es más que evidente en su significado) y que es esgrimida como una razón de peso por Artur Mas y todos los nacionalistas para solicitar la independencia catalana, como si la secesión de un Estado fuera algo que se pudiera “exigir” sin más, saltando la Constitución que rige en todo el Estado español, del que Cataluña forma parte, por un acto unilateral de unos cuantos cientos de miles de personas que siguen las directrices que marcan los separalistas, siempre intentando formar algarada y hacerse notar, pero sin que esos propósitos multitudinarios sirvan nada más que como una especie de desahogo mental que no tiene más consistencia que la de una declaración de voluntad que es secularmente exhibida por los grupos nacionalistas que existen en todas las latitudes, sin que tengan más consistencia que las pompas de jabón.
Alberto Ruiz-Gallardón, Ministro de Justicia
       Alberto Ruíz-Gallardón ha manifestado que la exigencia del pasado 11 de septiembre que dio origen a  la manifestación soberanista con motivo de la Diada, "no era" la del presidente de la Generalitat, Artur Mas, sino que se la marcaron "otros" (los socialistas), asegurando que Mas debería reflexionar sobre ello, en respuesta a las palabras de Mas, refiriéndose a dicha manifestación y el sentido que ésta ha tenido, afirmando el presidente de la Generalitar que “hay un sentimiento de fatiga mutua entre España y Cataluña” (¿pero es que Cataluña no forma parte de España hasta ahora?), y Gallardón le ha respondido que Cataluña debería ponerse como objetivo el liderazgo de España en materia económica, social y cultural, en lugar de decidir “marchar por su cuenta”. También afirma que España no tiene ninguna fatiga de Cataluña, sino que la admira, porque España no se entiende sin Cataluña, y confía en que el crecimiento de Cataluña se convierta en una parte fundamental del crecimiento de toda España. También indicó que en política "lo más peligroso que le puede pasar a un dirigente es que ‘otro’ le haga la agenda’”. Artur Mas propone un referendum para que los catalanes expresen su opinión al respecto, aunque parece ignorar que esos 6.300.000 catalanes que no asistieron a la manifestación y proclama independentista ya la han expresado con su silencio..
        Parecen ignorar los nacionalistas catalanes las graves consecuencias que tendría para Cataluña la independencia de España, pues según manifiesta el economista y profesor universitario Mikel Buesa, la defendida independencia empobrecería a Cataluña en más de un 20 por ciento y rebajaría su renta per capita, actualmente muy superior a la media española y de la UE hasta los niveles de la de Chipre, cuestión esta en la que coinciden muchos expertos que han sido consultados por algunos importantes periódicos españoles. Además, otra consecuencia sería que su PIB (Producto Interior Bruto) se reduciría en no menos del 25 por ciento.
Artur Mas, Presidente de la Generalitat
       Otro experto en economía, Ángel de la Fuente, del Instituto de Análisis Económico, estima que el análisis del profesor Buesa no es descabellado. Para ello, afirman ambos un dato concluyente: en el caso de la hipotética independencia: Cataluña pasaría a ser un país independiente fuera de la UE y del euro, y sus fronteras con España y con el resto de los países europeos afectarían a más del 80 por ciento de sus flujos comerciales, que dependen actualmente de forma mayoritaria del mercado español que se cifra en un 60 por ciento de sus ventas, lo que conllevaría un aumento de los costes arancelarios, lo que reduciría la competitividad de los productos y servicios catalanes, además del efecto “rechazo” que sufrirían dichos bienes y servicios por parte de los compradores españoles, como el sufrido por el cava catalán hace unos años.. Además, habría una fuga de capitales y de empresas hacia España para no verse perjudicadas por la nueva situación económica que produciría la hipotética independencia, a lo que hay que sumar muchos otros factores negativos para la economía catalana.
       Ambos expertos ponen de ejemplo lo que sucedió cuando se dividió Checoslovaquia en Chequia y Eslovaquia, lo que redujo considerablemente el flujo de bienes y servicios entre ambas; lo que traducido a el caso de Cataluña, el descenso de sus ventas en España se reduciría entre un 40 y un 60 por ciento de sus ventas, más un 20 por ciento que supone el comercio con los demás países de la UE, lo que es un porcentaje exorbitante. Además, la moneda se devaluaría con relación al euro, pero Cataluña tendría que seguir pagando en la moneda común europea y esto llevaría consigo una mayor imposición fiscal que redundaría en los costes de producción y en los precios finales que aumentarían aún más los  problemas de competitividad de dichos productos y, por si fuera poco, la deuda catalana aumentaría al depreciarse su moneda. Todo esto sería mucho más perjudicial para Cataluña que el trato fiscal que recibe actualmente por el Estado español, mucho más generoso que con otras Comunidades Autónomas.
       Todas estas proclamaciones de independencia, a la que muchos millares de ciudadanos bienintencionados apoyan con su presencia y proclamas, están solamente pergeñadas de forma imprecisa, pero sin explicarles a los ciudadanos la verdadera realidad que les esperaría si esta supuesta independencia se llevara a cabo, porque lo primero que iba a sufrirla de forma drástica era la propia renta per capita de los catalanes que en la actualidad es de unos 28.200 euros y que bajaría a una cifra entre 21.000 a 22.600 euros, es decir, un 25 por ciento menos.
             Los catalanes siempre han tenido fama de tener un gran sentido común, sobre todo en lo relacionado a la economía y finanzas, y no es de recibo que aceptaran, si supieran bien a lo que se expondrían de llevar a cabo dicha independencia solicitada por una pequeña parte de la población -aunque parezcan muchos esos supuestos 1.200.000 manifestantes (aceptando una cifra que no se la creen ni los propios organizadores)-, porque rebajaría su nivel de vida de forma drástica y sus perspectivas de futuro, cayendo a niveles como los de Chipre, lo que no sería de recibo para la mayoría de los catalanes que miran con recelo y desconfianza la cantinela separatista ya tan machaconamente esgrimida por los grupos nacionalistas durante décadas.
       En la fábula de Iriarte, los ratones se quejan de los estragos que hace en ellos el gato y le quieren poner un cascabel que les sirva de aviso y malbarate sus pérfidas intenciones al ser descubierto. En esta fábula, ninguno de los que proponen dicha decisión se atreven a llevarla a cabo con mil excusas, porque temen el peligro que se cierne sobre el osado que lo intentara.
       En la fábula de hoy, los ratones (catalanes nacionalistas) se quejan de los estragos económicos que les hace el gato (Madrid) y quieren ponerles el cascabel figurado (amenaza de independencia que no es otra cosa que un chantaje descarado) como aviso y exigencia de un nuevo pacto fiscal, aunque ningún nacionalista se atrevería a llevar a cabo dicha amenaza, porque conoce demasiado bien las terribles consecuencias que tendría para todos los catalanes dicha proclamación de independencia que exhibe como exigencia el  “Roequeso” de la fábula (Artur Mas) -siempre se está quejando de lo que recibe y quiere “roer” más del queso nacional-, pero que no se atrevará a llevar a cabo, enseñando el cascabel independentista sólo como un alarde de bravuconería que se queda en eso, porque ¿quién se atrevería a poner el cascabel al gato con el peligro de perecer en el intento?
       Ya decía Samaniego como moraleja final de esta fábula:

Proponen un proyecto sin segundo.
Lo aprueban. Hacen otro.¡Qué portento!
¿Pero, la ejecución? ¡Ahí, está el cuento!




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