Carles
Puigdemont y su delirio de ser President en la distancia
Carles
Puigdemont es la demostración viva de la locura secesionista que hace perder el
juicio a quienes lo padecen y continúan así el esperpento vivido en Cataluña
antes de la huida de Puigdemont y algunos de sus adláteres, y perpetúan el ridículo
en el extranjero desde donde sigue manifestando su legitimidad para ser
nombrado President de la Generalitat (en lo vano, y lo
sereno que se manifestaba), a pesar de que su condición de huido de la justicia
española, por ser la cabeza visible del disparate secesionista y su intento de “desconexión”
unilateral de España, en una burla intolerable a la Constitución, al Ordenamiento
Jurídico español y a sus obligaciones de mandatario público (hubo quien conoció que se engañaba y le dijo:
«yo infiero de vuestra vanidad vuestra locura): que ha traicionado la voluntad
del electorado catalán cuando se hizo la farsa ridícula, ilegal y disparatada de las pasadas supuestas elecciones
catalanas que llenaron de vergüenza al 60% de los catalanes declarados no
secesionistas y españolistas, además de a todos los ciudadanos españoles con un mínimo
de juicio y sentido común.
Los
secesionistas catalanes que aún siguen en España (unos en la cárcel, los menos)
y, otros (los más), en libertad por no tener responsabilidades políticas, siguen apoyando
la candidatura de Puigdemont, aunque han sido advertidos de que ningún huido de
la Justicia puede ser electo a un cargo público; ni tampoco, en el caso de que
se entregara a la Justicia española, podría serlo por estar encausado.
Esto no lo entienden ni lo quieren entender quienes creen que las leyes están a la carta y cada uno puede coger aquella que le conviene a su caso, y cortarla por aquí, enmendarla por allí, añadirle unas interpretaciones absurdas e irracionales, mientras el resto de los ciudadanos piensa que hay que ser político para vulnerar las leyes, huir de la Justicia e intentar hacer lo que Puigdemont, que traicionó a sus compañeros en la siniestra aventura secesionista y los dejó abandonados a su suerte en las cárceles españolas, mientras el adalid del separatismo se pasea por Europa, dando conferencias y ruedas de prensa y enseñándoles a los catalanes y al resto de los españole lo que es no tener sentido de Estado, ni vergüenza ni agallas para enfrentarse a las consecuencias de sus actos.Mientras, procura no venir a España para no entrar en la cárcel por muchos años, demostrando así su verdadera cobardía y catadura moral, permaneciendo en Europa y los medios de comunicación internacionales le han llamado, y lo siguen haciendo: “Puchi, el loco, que se creía Napoleón”.
Esto no lo entienden ni lo quieren entender quienes creen que las leyes están a la carta y cada uno puede coger aquella que le conviene a su caso, y cortarla por aquí, enmendarla por allí, añadirle unas interpretaciones absurdas e irracionales, mientras el resto de los ciudadanos piensa que hay que ser político para vulnerar las leyes, huir de la Justicia e intentar hacer lo que Puigdemont, que traicionó a sus compañeros en la siniestra aventura secesionista y los dejó abandonados a su suerte en las cárceles españolas, mientras el adalid del separatismo se pasea por Europa, dando conferencias y ruedas de prensa y enseñándoles a los catalanes y al resto de los españole lo que es no tener sentido de Estado, ni vergüenza ni agallas para enfrentarse a las consecuencias de sus actos.Mientras, procura no venir a España para no entrar en la cárcel por muchos años, demostrando así su verdadera cobardía y catadura moral, permaneciendo en Europa y los medios de comunicación internacionales le han llamado, y lo siguen haciendo: “Puchi, el loco, que se creía Napoleón”.
Puigdemont
y su coro de nostálgicos de su breve y fatídico paso por la Generalitat y algunos de los ciudadanos de la Cataluña "libre y soberana" caída en desgracia y en la ruina más absoluta, siguen olvidando lo que dice Samaniego en su fábula:
../..
el
reverente culto que procura
tributar
cada cual este momento,
no es
dirigido a vos, señor jumento,
que sólo va en honor, aunque lo tientas,
de la
sagrada carga que sustentas,
(Es
decir, el malogrado cargo de President
al que aún cree que es acreedor,) en su delirio de fantoche que ha llevado a
Cataluña a una posición tan peligrosa en la que aún está sumida y que costará
muchos años a los catalanes, al Estado español y al esfuerzo de todos los
españoles conseguir revertir y devolverle la bonanza económica, la seguridad jurídica
y el bienestar social a la digna Comunidad catalana a la que Mas, Puigdemont,
Junquera, Forcadell y demás ejemplos de peligrosos iluminados que han propiciado el desastre con su desprecio
a la legalidad, al Estado de Derecho, a la Constitución y al pueblo español en
su conjunto que va curándose de espanto ante estos ejemplos de revolucionarios desnortados, a quienes les hace falta muchos años de cárcel para pagar así todo el daño que
han hecho a Cataluña, de la que son sus peores enemigos, y le sirvan de ejmplo a otros que en el futuro intenten otra locura semejante.
El
pueblo catalán tiene que darse cuenta de quiénes son sus verdaderos enemigos a
los que, por tener tan cerca y ser catalanes, son más peligrosos, dañinos y difíciles
de descubrir (el caso de la familia Puyol lo demuestra) hasta que no llevan a sus conciudadanos al abismo ante el que han
podido caer, definitivamente, por fiarse de quienes querían "salvar" a Cataluña del
Estado Español, olvidando que el verdadero peligro de Cataluña son ellos, los separatistas, enemigos ocultos a los que tienen en casa y, si se descuidan, los echaran de ella para quedarse como únicos dueños de un territorio, de una Comunidad, y de una cultura que es de todos los catalanes que fueron los que la levantaron con su esfuerzo y la ayuda del resto de España, y no pueden quedar de brazos cruzados al ver como otros intentan destruirla, paradójicamente, para "salvarla".
Son los votos los únicos que pueden salvar a Cataluña de sus auténticos depredadores, los separatistas antiespañolistas, que pueden volver a intentar la "proeza" de separar a Cataluña de España, de Europa y del mundo occidental, para convertirla en una república de opereta en manos de unos auténticos sátrapas, maleantes sin escrúpulos. que sólo están al servicio de sus intereses personales, de su ambición y su codicia.
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